domingo, 9 de diciembre de 2012

Historia de una vagina.

Naces, tú no eres consciente de que va a reportarte. Tu vagina te delata y la persona que está mostrandote al mundo decide por ti: es una niña.
¿Una qué? Tu vagina no es la culpable, pero sí es la causa.

Creces y te reproduces, poco a poco te van indicando tu camino a seguir. Pautas, convenciones, roles, tradiciones...pesan mucho, pero apenas se perciben. Vas tragando y aprendes a comportarte. Vas creciendo y te obligan a doblegarte. Parir es uno de tus deberes, eres una mujer. Coser es uno de tus deberes, eres una mujer. Callar es uno de tus deberes, eres una mujer. Estudia, no seas un burro ignorante con el que tu marido deba cargar toda la vida porque, evidentemente, casarte es uno de tus deberes al ser una mujer.

Pero eso si, cierra los ojos, ten la suficiente mente fría como para vendarlos el resto de tu vida... y, encima, vive orgullosa con ello.

Muere, muere en vida porque eres una mujer. Porque la historia y la tradición así lo dictamina, muévete entre dobles morales. Acepta ser el objeto y a la vez la imagen pura de la represión sexual. Ten hijos, varones, y no porque te pene que una mujer acabe como tú, no... Ten hijos varones porque tu género es una vergüenza, es un género inútil.

Y todo se lo debes a tu vagina...¡Oh! Espera un momento. ¿Mi vagina? Mi vagina es solo un rasgo físico, biológico, pero no me explican que tiene de malo o pecaminoso, solo me repiten que lo es, luego ¿no será que no hay mandato ni alegato divino cierto? ¿dónde se esconde la ley natural que me condena?
Mmmm claro, se esconde tras los velos de la cultura. Vistamos la disriminación y el abuso de racionalidad y endiñemosle los argumentos a cierta cosa llamada deidad o mismamente a la naturaleza.
Y como soy mujer me lo creo, lo acepto, lo transmito y lo predico.

Pero un día aprendes a quitarte la venda, te enorgulleces de ser una vagina y luchas, luchas a brazo partido por todos tus derechos arrebatados. Pero hay algo que te seguirá carcomiendo.
Sabes diferenciar perfectamente entre lo que es ser una mujer y tener una vagina. Ahora solo quieres que alguien te explique a que narices se debe que una vagina tenga que ser necesariamente una mujer. Porque la tradición sigue pesando...

La lucha incondicional contra la mayor irracionalidad más fuertemente racionalizada.

jueves, 29 de noviembre de 2012

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Deja que me rompa, que me ahogue, que me arranque cada escama, que reviente o explote tiñendo toda la calle de cenizas y plumas. Da igual cómo o cuándo lo digas, esta carretera  no sabe mirar atrás, descarrila, se voltea y se choca con el muro que nunca se irguió allí,  donde nunca existió razón, donde siempre caí del balcón. Deja que me cuartee, que me tire del pelo, trenzándolo en remolinos de agua y viento, deja que estire de ellos y me desgarre en un grito atascado en el nudo del corazón, que no quiere salir, que teme la luz del sol, que se ahoga en la garganta como si tú, con tu sonrisa torcida, que tú, con tu calor de estufa, que tú entre palabras escritas, nadaras entre las mareas tempestuosas, como príncipe de película, siempre azul, siempre blanco puro al chocar contra las olas, espuma de satén. No, yo no soy brisa, soy tren sin destino ni vía, soy pecera excéntrica, soy gris fluorescente, hoguera y carbón. Rompo allí donde voy, vuelo si me tiras del colchón, pero no lo siento, no me hiere el golpe del aire al contacto con mi sangre. Déjame llorar, que igual así siento el frio de mi alma escapar con el dolor.