lunes, 2 de febrero de 2015

Por 24 razones y ningún motivo

Puedes pararte un día frente a mí y decirme que mandas todo a la mierda; puedes sentarte a mi lado y darle un sorbo a mi cerveza y quedártela, puedes aspirar profundamente el humo que sale de mi boca para luego robarme el porro de entre los dedos, y mirar al cielo como recién salido de una película moja-bragas,  con aire bohemio y atormentado.

Va en serio, puedes venir un día y decirme que estás cansado, que todo esto te supera, que tu día ha sido un absoluto chasco. Puedes mirarme a los ojos y dejarte llevar por las olas y caerte al suelo, sin quererte levantar, sin querer mirar atrás. Puedes gritarme, que se está mucho mejor entre las nubes que entre las horas y que hace tiempo que sueñas con volar y arder sin falta de un mechero.

Por un momento, aunque solo sea este, o aunque sean muchos más, puedes saludarme desde el otro lado de esta curva infinita y decir con un solo gesto que esta vida te la suda, que has estado corriendo todo el día escapando de un segundo. Puedes señalar al monte y perderte en tu mano, buscando la parte clara del cielo nocturno y no hallar en las estrellas, la luz suficiente para iluminar tu día a día.

Puedes sentarte a mi lado, cogerme la mano y llorar sin soltar lágrima, o derramar cada una de las tensiones, cada uno de los dolores, cada uno de los temores y temblores de labio al recordar. Puedes acurrucarte en mi espalda y romperte a mi lado en mil pedazos, mezclando las yemas de tus dedos con lo que un día fueron mis encantos, entrelazando en cada pelo de tu melena mis miedos más ocultos, que yo rodearé entre mis muslos el sudor de tu corazón cansado de latir por los dos.

Puedes retorcer el dolor hasta que se parta, puedes intentar envolverlo en las cuerdas de tu guitarra, para luego  convertirlo en belleza al golpearlas, pero mírame un segundo; atraviesa mis ojos y piérdete entre estas cuatro paredes, repletas de puertas, colores y polvo, aquí hay hueco para guardar más sombras. No te escondas, sé lo duro que resulta mostrarse débil, toda mi vida jugué a ser una muñeca rota olvidando, mi capacidad de derribar paredes y fronteras, esta noche, si tú lo deseas, declararé la guerra a tus tormentos y a tus penas y dejaré que se ahoguen en mis venas, tú sólo tienes que besarme, que ya cogeré yo fuerzas.

Puedes pararte un día frente a mí y decirme que mandas todo a la mierda, o no, puedes callarte o gritar, marcharte o quedarte, que yo seguiré sentada aquí en el bar, esperando a que me devuelvas mi cerveza.

¡Ah! Y no te pinches mi porro.