Va en serio, puedes venir un día y decirme que estás cansado,
que todo esto te supera, que tu día ha sido un absoluto chasco. Puedes mirarme
a los ojos y dejarte llevar por las olas y caerte al suelo, sin quererte
levantar, sin querer mirar atrás. Puedes gritarme, que se está mucho mejor
entre las nubes que entre las horas y que hace tiempo que sueñas con volar y
arder sin falta de un mechero.
Por un momento, aunque solo sea este, o aunque sean muchos
más, puedes saludarme desde el otro lado de esta curva infinita y decir con un
solo gesto que esta vida te la suda, que has estado corriendo todo el día
escapando de un segundo. Puedes señalar al monte y perderte en tu mano,
buscando la parte clara del cielo nocturno y no hallar en las estrellas, la luz
suficiente para iluminar tu día a día.
Puedes sentarte a mi lado, cogerme la mano y llorar sin
soltar lágrima, o derramar cada una de las tensiones, cada uno de los dolores,
cada uno de los temores y temblores de labio al recordar. Puedes acurrucarte en
mi espalda y romperte a mi lado en mil pedazos, mezclando las yemas de tus
dedos con lo que un día fueron mis encantos, entrelazando en cada pelo de tu
melena mis miedos más ocultos, que yo rodearé entre mis muslos el sudor de tu
corazón cansado de latir por los dos.
Puedes retorcer el dolor hasta que se parta, puedes intentar
envolverlo en las cuerdas de tu guitarra, para luego convertirlo en belleza al golpearlas, pero
mírame un segundo; atraviesa mis ojos y piérdete entre estas cuatro paredes,
repletas de puertas, colores y polvo, aquí hay hueco para guardar más sombras.
No te escondas, sé lo duro que resulta mostrarse débil, toda mi vida jugué a
ser una muñeca rota olvidando, mi capacidad de derribar paredes y fronteras,
esta noche, si tú lo deseas, declararé la guerra a tus tormentos y a tus penas
y dejaré que se ahoguen en mis venas, tú sólo tienes que besarme, que ya cogeré
yo fuerzas.
Puedes pararte un día frente a mí y decirme que mandas todo
a la mierda, o no, puedes callarte o gritar, marcharte o quedarte, que yo
seguiré sentada aquí en el bar, esperando a que me devuelvas mi cerveza.
¡Ah! Y no te pinches mi porro.