- El secreto está en dejarles creer que ellos son los que dominan la
situación, que les necesitas, que son ellos los que deben protegerte.
Aún recuerdo la primera vez que oí hablar del Valhalla y de
la tarea que mis hermanas y yo debíamos cumplir.
- Pero...yo soy fuerte, he aprendido a usar el hacha, la espada, mis
puños y mis piernas, ¿por qué debería fingir ser débil ante un hombre que ni
siquiera ha sido capaz de salvar su mísero culo en batalla?
Y en ese mismo momento lo vi claro, vi a Thor con su malla
de acero, su martillo nuevo, luchando contra Padre. Yo jamás luché contra
Padre. Padre sólo observa como entreno y se marcha cuando me toca aprender a
cuidar de un hombre y sus heridas, eso no le interesa, ni a él ni a ninguno de
nuestros hermanos. Miré mi pecho y por un momento lo maldije.
Desde entonces he ido aprendiendo lo que una valkiria como yo debe saber,
he ido viendo a mis hermanas ir al Valhalla henchidas de orgullo, mientras que
yo tracé mi camino entre bastos bosques, intentando pasar desapercibida a los
ojos de Padre.
"¿Por qué narices estaré ahora pensando en esto? No tengo tiempo, sino
Padre se enterará de que he vuelto a escaparme a luchar"
Y entonces, sin previo aviso una llamarada me ciega,
"¡vaya, eso no me lo esperaba! yo siempre he sido la que emergía del
fuego, no estoy acostumbrada a que lo utilicen en mi contra...pero, ¿quién ha
osado atacarme?" y mientras me revuelco en mi propio ego, pensando en cómo
matar al insolente celta, una mano cerrada en un puño alcanza mi cara.
Sobresaltada, salto hacia las llamas esperando encontrarme con una horda de
salvajes sedientos de mi sangre, y cuál es mi sorpresa al hallar una melena
pelirroja al viento y una tez pálida alumbrada por unas pecas que enmarcan de
forma casi perfecta, unos ojos del color del más verde y espeso bosque.
Su mirada y la mía se encuentran, y no sabría decir quién de
las dos está más sorprendida de encontrarse con una mujer en esta guerra, pero
de pronto, un brillo aparece en sus ojos y su cara de asombro se torna en una
sonrisa pícara, llena de la soberbia que a mí me inunda en cada batalla
"esta chica es dura, y sabe lo que se hace". Observo como flexiona su
rodilla derecha y ya sé que pretende golpear en la herida que un insensato me
provocó a la altura de la cadera con su cuchillo, justo antes de que pateara su
cráneo hasta hundirlo en el fango. Con un rápido movimiento de pies trato de
girar y colocarme a su espalda, y lo logro, lo que la desconcierta (se ve que
no está acostumbrada a luchar contra mujeres que le supongan alguna rivalidad).
Grita enfurecida y trata de girar sobre sí misma, esta vez con una espada en la
mano, que ya de paso, no tengo ni idea de cómo ha conseguido desenvainar sin
que yo pudiera evitarlo. Agarro con mi mano la muñeca que sostiene su espada en
alto, aún con la mirada perdida, aún sin poder pensar, perpleja por su fuerza y
ganas de luchar. Recorro con los ojos el camino que una gota de sudor deja a su
paso por sus marcados pómulos, roza su mandíbula y cae por su largo cuello para
perderse entre su ropa llena de sangre. Tengo que tragar saliva.
No sé cómo logro que de mi garganta suene algo parecido a
"Me llamo Skuld, ¿y tú?", ella gira suavemente la mano que aún
sostiene su espada, y que a su vez sigue sujeta por la mía, entonces recuerdo
que quizá esté apretando demasiado, suelto su muñeca de golpe y sonrío pidiendo
perdón.
-"Me llamo Brigit", dice con la voz más melodiosa que
jamás haya escuchado, y por un momento olvido que hace unos segundos quería
matarme, y olvido, que me encuentro en medio de una guerra sanguinaria para
lograr invadir estas tierras. "Soy una diosa celta, ¿tú eres una diosa
también?" dice al ver que aún sigo sin saber cómo emitir algún sonido con
un poco de sentido. "Bueno, sí, más o menos. ¿En vuestras guerras las
diosas como tú participan? porque eres la primera que veo." digo sin dejar
de mirar sus rosados labios y el movimiento de su boca y manos al hablar, ¡por
Odín!, esta mujer tiene la gracilidad y belleza de una antigua poesía narrada por
los mares y el viento al chocar contra las rocas, viva y vibrante. Y en ese
momento me doy cuenta de que a pesar de haber soltado su muñeca, ella a
envainado su espada y ahora sostengo yo su mano, acariciando sus dedos... su
piel fina y suave... alzo la mirada y me encuentro con que ella también acaba
de darse cuenta de ello y una sonrisa parece asomar por su cara.
-"¿Quieres que te enseñe donde solía observar las batallas
cuando era niña?" dice tan alegremente mientras tira de mí, que por un
momento veo surgir a esa niña de la que habla y le digo que sí, aunque en
realidad querría gritarle que me lleve donde quiera, pero que no me aleje del
calor y belleza de su piel y su voz.
Y en aquél momento, en lo alto de la colina desde donde se observaba toda la
lucha, la sangre, los gritos, el dolor y la muerte, por un momento olvidamos
nuestras rivalidades, olvidamos que nuestros hermanos luchaban unos contra
otros y nos perdimos en dos segundos, dos segundos eternos, de dulce silencio,
de miradas esquivas, de nervios en las piernas y tímidas sonrisas.
Mientras ella me hablaba de poesía (lo sabía, sabía que esta
chica era tan mágica como la literatura), mi mano empezó su propia lucha, por
intentar no parecer nerviosa mientras mi cabeza trataba de atesorar cada gesto,
cada sonrisa, cada palabra que ella entonaba, y así armarme de valor para
volver a acariciar su mano.
En ese instante, de eterno sufrimiento interno, ella acerca su
mano a mi pierna, donde descansa mi hacha, recorre con su dedo el filo, me mira
y me sonríe "¿Puedo cogerla?", asiento, preguntándome que estará
pensando al tratar de levantar mi Labrys con una sola mano. Trata de
apartarla de mi pierna con una mano, sin mucho éxito, por lo que yo en un
arranque de coraje coloco su otra mano sobre el mango y le ayudo a
levantarla.
Su pelo se enreda en mi nariz, envolviéndome en una cálida
fragancia, bailando en mi cara, rozando mis labios...Y de repente me inunda una
corriente eléctrica cuando suelta una sonora carcajada, sacándome de mis sueños
de rojos pétalos. Gira su cara y me mira fijamente a los ojos, aún con una
sonrisa bailando en ellos, me pregunto si ella también será capaz de sentir mi
latir desenfrenado. Me quita el hacha de las manos y la clava en el suelo con
fuerza. ¡Vaya, eso no me lo esperaba! Vuelve a reírse y me parece estar en el
cielo, con toda su fuerza y belleza comprimida en un metro sesenta, vuelve a
levantar mi hacha y la deja a mi lado, sentándose esta vez mirando hacia mí,
ajena a todo lo que pasara lejos de nosotras dos.
-¿No tienes calor con todas esas pieles Skuld?, me dice
clavando sus enormes ojos verdes de pestañas rojas como el fuego, apuntándome
directamente, mientras se quita la capa que le cubre los hombros y deja ver su
preciosa silueta por primera vez. Me quito una de las pieles que cubre mi
torso, que cumplía la simple función de no ensuciarme la ropa que llevo debajo,
no siempre suelen herirme...Inconscientemente me toco la herida, que aún duele,
pero que pasa a un segundo plano en el instante en que Brigit acaricia mi
pierna.
Una ola de fuego comienza a escalarme pierna arriba, con una
corriente eléctrica que eriza cada uno de mis pelos, despertando cada poro que
rozan las yemas de sus dedos, en ese mismo momento mi cabeza estalla y mis
labios salen en busca de los suyos, muertos de sed buscan inundarse de ella, y
la encuentran. La corriente eléctrica continúa subiendo mi pierna hasta
encontrarse con la ola de fuego, atrayéndome hacia ella, pidiéndome un poco más
de su piel. Me acerco más a ella, me siento encima de ella y con un grito
ahogado desde lo más hondo de mi garganta, mis manos y mi boca quedan de
acuerdo en recorrer el mismo camino que la gota de sudor que me atormentó al
conocerla. Su columna se inquieta y estira, dejándome al descubierto una
erizada areola rosada, que termina por derramar mis sentidos sobre la belleza
de su naturalidad, y a ritmo de caballo, nuestros cuerpos comenzaron a vibrar, elevándose
y perdiéndose la una en la otra.
Mmmmm...No, nunca pude maldecir mi cuerpo de mujer.