viernes, 22 de mayo de 2015

A veces

A veces solo siento el dolor, el dolor de tu ausencia, el dolor de tu silencio, el dolor de las promesas incumplidas.
A veces, soy apátrida, lejos de tu piel y tus manos, que un día acunaron mis miedos, y me encuentro mirando al cielo, buscando una explicación a tanto sufrimiento.
A veces, siento los rayos del sol calentar mi cuerpo, pero me siento fría por dentro, como si el hielo del invierno me hubiese calado tan hondo, que para mí, no habrá calor ni en el infierno.
A veces, siento que la vida me dará más oportunidades, para ser feliz, para enamorarme, para cagarla una y mil veces, y volver a sentirme insignificante.
A veces, juro por las diosas, que me obligo a mi misma a caminar hacia delante, pero mi corazón, al que por cierto no le falta razón,  me grita que ya vale.
A veces, no sé cómo decirte esto mi vida, pero a veces, desearía no haberte conocido, desearía que aquel día del padre, aquél que guió mis pasos hacia hoy en día, hubiese sido una despedida.
A veces, aunque a veces es siempre, desearía ser un suspiro fugaz y mimoso, entre tus labios, para no volver la vista atrás y ver las cenizas de un gran fuego, efecto de la estela candente de mis pasos.
A veces, no se lo digas a nadie, sueño que me apuñalo, en el centro del pecho, abriendo mi esternón, dejando que el aire desintoxique mi sangre repleta de llantos lastimeros.
Veo como mi piel se abre y deja al descubierto unos huesos roídos, repletos de algas. También, puedo ver mis pulmones encharcados, supongo que de amor también se puede morir ahogado.
A veces, sueño que la sangre se amontona en mis poros, sudando mil agujas que me perforan y nadan hasta mi garganta.
A veces me aprieto tan fuerte que puedo sentir cómo se clavan en mis cuerdas vocales y escupir la sangre en tu reflejo.

Y sabes, luego me siento mucho mejor.

O peor, depende de cómo lo mires.