martes, 24 de marzo de 2015

Cuando el fuego vence a la lluvia

La tormenta se acerca, casi puedo oler el suelo húmedo y sentir mi pelo empapado, enredándose en mis dedos.
Los rayos comienzan a replicar desde el fondo de esta escena tan familiar, tú mirando desde el cielo, recubierto de miseria y el olor a putrefacción que emana de eso que tú llamas corazón, y yo, buscando la forma de volver a ver el sol y partir el cielo en dos, con mis propias manos, hasta reducirlo a un diminuto capítulo, de un libro lleno de tardes alegres de verano.
La verdad es que hace tiempo que descubrí que la lluvia no estaba en tu futuro, y mucho menos en el mío, por eso no me asustan los truenos, por eso, miro desafiante a la tormenta que pretenda acecharme.
Hace años me robaron el calendario, pero abril me llevó a las puertas del Valhalla, y en mayo, Padre me obsequió con este fuego radiante y sangrante de mi corazón, y el inturbable acero de mis puños.
Sabes tan bien como yo que te has equivocado de valquiria, así que vuelve por donde has venido o arderás en el infierno, junto con tu propio veneno.

martes, 3 de marzo de 2015

Secretos a la luna

Cuando el sol se pone y se oscurece la habitación, las sombras rodean mi cama, llenas de pasión.

Las hojas de los árboles, golpean mis ventanas tratando de entrar; muertas de hambre, en busca de calor.

Y de pronto apareces, luna cómplice de mis noches entre las sábanas, luna oculta entre mis piernas, luna traicionera que proyecta y exprime, en mi cuerpo desnudo, el sudor de un guiño y el deseo a flor de piel, escondido entre caricias -no tan- ingenuas.

Luna querida, amiga mía, amante ardiente de mis dedos, vuelca toda tu luz sobre mi alma, desparrama mis sentidos en un fugaz encuentro, en un breve e intenso beso.

Luna bella, luna maestra de deseos, de historias efímeras de amor, siempre eternas entre las estrellas; susúrrame al oído el calor de sus manos, cóseme a lametazos en la espalda el latigazo de su mirada, tira y enrédame en el pelo la intensidad de sus labios, grábame a fuego en cada curva de mi cuerpo el paso de los besos que he soñado que me ha dado, y deja una estela candente, allí donde me ha tocado.

Dile, luna pálida, que muerda mis rodillas, que siento que flaqueo si veo su sonrisa, que recorra entre risas y el humo de un cigarro, la curva de mi cintura, que clavaré mis uñas, en su larga espalda -larga, como un día sin su tacto-, que si me deja, escribiré a besos sobre su cálido cuerpo, el desenfrenado latir de mi corazón, muerto de deseo.

Luna amada, luna alada, tú y yo que llevamos siendo amigas tantas vidas, me permitirás dejar a un lado tanta metáfora y tanto remilgo, amiga mía; sueño con el día que me tome entre sus brazos, y sentir cómo clava, su ardiente mirada en mi espalda, como una ola que rompe contra las rocas, empapando en agua y espuma salada, el pequeño puerto; sueño con perder las agujas del reloj contra la pared de su habitación, y terminar, con agujetas en el corazón.

Pero al final, luna mía, lo único que me queda esta noche, es sal y sudor, en la punta de mis dedos...

Y así, sin darme cuenta, la noche ya se ha acabado, y yo, te sigo pensando.


lunes, 2 de marzo de 2015

Ilargia



Quién me iba a decir a mí, que la luna que yo veía cada noche, solo era una farsa.

Quién me iba a decir a mí, que el sol y las estrellas, jamás brillaron entre los tejados de las casas.

Quién me iba a decir a mí, que tu aliento, podría ser el motor de mi cuerpo y mis ganas.

Que la luna se oculta en tus besos, esos con los que coloreo mis sueños.

Que las estrellas, huyeron del cielo el día que tú naciste, para enamorarse de tus ojos, y fundirse con ellos.

Quién me iba a decir, a mí que soy una llama que quema todo a su paso, a mí que soy brisa de fuego que abraza y abrasa, quién me iba a decir a mí, que todavía estaba apagada, que solo era una chispa a la espera de un fogonazo.

Quién me iba a decir a mí, que un día amanecería a tu lado, sentiría tus brazos rodeando mi cuerpo, y disiparías mis eternas ganas de salir corriendo.

Que a tu lado, mis alas no sirven para nada, pero si quieres, las usamos y borramos el mundo de un plumazo.

Pinta con ellas el cielo de tu habitación, y préndele fuego a tu corazón, que yo estoy descongelando -después de un duro y largo invierno-  el mío, a golpe de cañón.

Mañana, cuando amanezca con el colchón ensangrentado y el suelo encharcado, sabré que mi corazón por fin se ha alzado contra mi pecho, y ahora, cose sus anhelos y deseos a tu colchón.

No te preocupes, no le guardo ningún rencor, mis labios son incapaces de escupir un reproche que no suene a deseo, que no esconda una súplica por un beso.

Hoy, como cada noche desde que vi el cielo reflejado en tu mirada, y sentí el fuego del infierno en tus labios, desnudaré mi alma frente al firmamento, y besaré cada uno de tus recuerdos, cada uno de tus dedos.

Escúchame bien, porque prometo llenar de besos, y de fuego, cada una de tus noches de insomnio, cada duda, y cada miedo.