lunes, 2 de marzo de 2015

Ilargia



Quién me iba a decir a mí, que la luna que yo veía cada noche, solo era una farsa.

Quién me iba a decir a mí, que el sol y las estrellas, jamás brillaron entre los tejados de las casas.

Quién me iba a decir a mí, que tu aliento, podría ser el motor de mi cuerpo y mis ganas.

Que la luna se oculta en tus besos, esos con los que coloreo mis sueños.

Que las estrellas, huyeron del cielo el día que tú naciste, para enamorarse de tus ojos, y fundirse con ellos.

Quién me iba a decir, a mí que soy una llama que quema todo a su paso, a mí que soy brisa de fuego que abraza y abrasa, quién me iba a decir a mí, que todavía estaba apagada, que solo era una chispa a la espera de un fogonazo.

Quién me iba a decir a mí, que un día amanecería a tu lado, sentiría tus brazos rodeando mi cuerpo, y disiparías mis eternas ganas de salir corriendo.

Que a tu lado, mis alas no sirven para nada, pero si quieres, las usamos y borramos el mundo de un plumazo.

Pinta con ellas el cielo de tu habitación, y préndele fuego a tu corazón, que yo estoy descongelando -después de un duro y largo invierno-  el mío, a golpe de cañón.

Mañana, cuando amanezca con el colchón ensangrentado y el suelo encharcado, sabré que mi corazón por fin se ha alzado contra mi pecho, y ahora, cose sus anhelos y deseos a tu colchón.

No te preocupes, no le guardo ningún rencor, mis labios son incapaces de escupir un reproche que no suene a deseo, que no esconda una súplica por un beso.

Hoy, como cada noche desde que vi el cielo reflejado en tu mirada, y sentí el fuego del infierno en tus labios, desnudaré mi alma frente al firmamento, y besaré cada uno de tus recuerdos, cada uno de tus dedos.

Escúchame bien, porque prometo llenar de besos, y de fuego, cada una de tus noches de insomnio, cada duda, y cada miedo.

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