viernes, 9 de enero de 2015

De princesas y esperanzas

¿Y qué hago yo con todo esto?
¿De verdad merece la pena mirar al cielo y seguir, caminando, poniendo un pie delante del otro esperando con firmeza que las piedras no rasgarán la piel de tus zapatos, tratando de alcanzar tus huesos?
Yo creía que ya habías desaparecido, o al menos creí que cada día tu voz era más débil, frente al fuego inturbable de mis puños. Creí tenerte maniatada y amordazada, cual pelicula cutre de Cristian Grey, en algún rincón oscuro del cosmos, allí donde la luz no alcanza a alumbrarte, allí donde el aire es una soga anudada a tu garganta, recorriendo cada centimetro de tu piel, incrustanto cada fibra que la forma en un baile macabro, que solo busca tu muerte.
Supongo que me creo más fuerte de lo que soy.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y la mía se dedica a hinchar el pecho, orgullosa, para luego romper a llorar cada noche, escondida en el armario, creyendo que no la oiré. ¿Cómo se puede, entonces, perder lo que nunca se pierde? Si tú eres mi sombra y mi legado, si eres el veneno que alimenta mi sangre y enturbia mis sueños, ¿Cómo podría desnudarte y follarte, cada noche, al ritmo de un piano? Por más que tu piel haga tambalear al mundo, no sirve de nada si al salir el sol apedreas el alma de quien despierta a tu lado.
Dime entonces qué hago contigo, si en el fondo tú disfrutas mordiendo mis triunfos y enmarcando en mi pecho cada uno de mis miedos, si en el fondo te deleitas con cada latigazo a mi espalda, con cada azote y cada gota de sangre que nada entre mis gritos y mis lágrimas de cristal, si veo en tus ojos el placer de mi dolor, gimiendo con cada cicatriz que tu paso deja en mi rostro.
Dirás que eres la princesa más querida de mis cuentos, pero yo solo veo una prisión en tu aliento.
Ven aquí y cambiemos de lugar por un momento, si tengo que sufrir, al menos que sea con un látigo y forrada en cuero; permíteme que te encadene a mi cama y surja el fuego, que yo te ahogaré entre mis muslos, y veremos de qué va todo esto.

jueves, 8 de enero de 2015

Tinta y gemidos

Si te enseño
mis manos desnudas,
mis manos huesudas,
de dedos largos
y fríos veranos,
no verás mis dudas,
tan solo el fango
bajo mis uñas.

Si te muestro mi espalda,
cordillera nevada,
curva cerrada
en una noche despejada
no sentirás dulzura,
pero sí el fuego
lamer tu cuerpo,
y besar tu cordura.

Si destapo mi pecho
cuna de mi llama
hogar de mi fuego,
despídete del tiempo,
y de tus dedos,
ahora entrelazados
intentando clavarse
y aferrarse, a mis huesos.

Si mi cintura se proclama
reina y ama
de tu cama,
no habrá más silencio
en tus noches estrelladas,
ni soledad
entre tus labios,
prepárate,
porque el Rock and Roll
teñirá tus orgasmos.