Cuando te miro a los ojos, cariño, ya no siento el frío que
se amarra y aferra a mis huesos, ya no siento el baho que atrapa mis pestañas
Cuando te miro a los ojos, cariño, el hambre que ruge a mi
espalda recita sonetos empalagosos de Becker, sonriendo desde sus entrañas
Cuando te miro a los ojos, cariño, el miedo, el terror y la
oscuridad, siguen atándome los cordones, pero ya no tropiezo al caminar
Cuando te miro a los ojos, cariño, siento tu manos
entrelazadas en mi cintura,
acariciando mis muslos
prendiendo fuego a mi cuerpo
lamiendo cada poro
llenándolos de sudor y saliva
Cuando te miro a los ojos, cariño, podría mandar a la mierda
al mundo
y follarte, aquí y ahora
delante de las miradas conservadoras, aburridas y amargadas
de las monjas y las santas, de los curas que se masturban bajo sus togas al
mirar la imagen, mártir y olvidada, de la puta de Babilonia, de la Virgen María
mordiéndose el labio para no gemir mientras cura las heridas de su hijo muerto
y virgen
Cuando te miro a los ojos, cariño, siento el amor que fluye
de lo más hondo de mi ser, de mis orgasmos múltiples, de mis contracciones
uterinas ahorcando tu polla
Cuando te miro a los ojos, cariño, veo tu alma, generosa,
hermosa, alada
y ¡joder!, ¡cómo me apetece que me folles entre las sábanas!