domingo, 28 de diciembre de 2014

Bang

Apúntame, amenázame cuantas veces quieras con esa pistola cargada a la que llamas lengua, la bala quedará en la recámara, aguardando un guiño, un pistoletazo de salida.
Vamos, atrévete, dispara contra los labios que un día gritaron a los cuatro vientos que te amaban, dispara contra las manos que acunaron tus sueños y pesadillas, dispara contra lo que solía ser el paraíso, encarnado en una cintura. Hazlo, no titubees, estos ojos ya no temen, estos ojos ya no lloran, estos ojos, ya no te ven.
Siéntate y observa, el cielo encapotado cubre con su manto mi pecho, y sabe tan bien como yo, que ningún cuchillo es capaz de hundir su filo en mi piel; de cortarme, no es posible separar la carne de mis huesos, ni mis miedos de mis triunfos.
Anudaré entre mis sábanas los intentos fallidos, los disparos no acertados, las palabras no escritas, los besos nunca dados, cubriré mis noches con ellas para no olvidarte, para no olvidar que pesan más las balas que quedan en la pistola que las que se lanzaron a matar.

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