martes, 16 de diciembre de 2014

Canción de lluvia y fuego

   Tú siempre fuiste mi persona favorita, desde que me abrazaste por primera vez, y sentí que todos mis pedazos volvían a encajar, por un segundo, entre tus brazos. Tú me salvaste de ahogarme en un pozo construído solo para mí, te sentaste a mi lado, entre las sombras y me miraste a los ojos, sin miedo, sin dudas.

Quizás ese fue nuestro primer error, no se puede luchar contra el fuego, no si arde desde dentro, no si besa tu boca y enciende tu alma, da igual la cantidad de veces que llueva, al llegar la noche, yo soy fuego y la lluvia amaina.
Quizás ese fue nuestro segundo error, en mi corazón hay hueco para los dos, pero solo el hierro soporta las lenguas del fuego, envolviendo su cuerpo, y ni siquiera tus alas te ayudarían a escapar.

No me mires así, chico, las reglas no las he dictado yo, solo soy otro cigarro consumido por el aire entre tus dedos, sin marcas de carmín, sin llegar a rozar tus labios, pero con la huella de tus pasos en mi espalda.

Prometo agujerear mi alma, allí donde tus besos me alcanzaron, para no olvidar que hubo un día que todo tuvo sentido, que hubo un tiempo en el que la luna fue mi cómplice, y no mi verdugo.

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